¿Por qué vemos el mundo de la forma que lo vemos? ¿Acaso nuestra realidad es la realidad misma o sólo un reflejo distorsionado por los lentes de nuestra mente? ¿Alguna vez te has preguntado por qué piensas y sientes las cosas de la manera particular que lo haces? Nuestra forma de percibir y procesar el mundo es un misterio cautivador. Nos atraen ciertas cosas mientras que otras nos repelen. Pero rara vez nos detenemos a cuestionar los cimientos mismos de nuestra estructura de pensamiento.
La mayoría de nosotros pasamos la vida inmersos en un «mar» interminable de pensamientos, sin detenernos a examinar los mecanismos que los producen. Nuestras mentes toman innumerables decisiones al día de forma automática. Pero pocas veces nos cuestionamos a nosotros mismos: ¿Por qué pienso y siento las cosas de esta manera particular? Cultivar la práctica de observar nuestros pensamientos con atención plena y desapego, sin juzgarlos ni identificarnos con ellos, es un paso esencial. Sólo al tomar distancia y contemplar nuestro flujo de conciencia con honestidad, podremos empezar a trascender las limitaciones y los patrones reactivos habituales de nuestra mente.
Nuestras percepciones pueden ser construcciones moldeadas por sesgos mentales e influencias culturales. La neurociencia nos muestra que nuestro cerebro tiende a categorizar de forma arbitraria y a reaccionar con patrones previamente aprendidos. ¿Pero y si pudiéramos cuestionar esos patrones en vez de aceptarlos ciegamente? Como dijo Descartes: «Pienso, luego existo». Su famosa frase apunta sobre nuestra identidad y el verdadero «yo» detrás de nuestros pensamientos y percepciones.
Detrás de la mente analítica y racional, existe una misteriosa consciencia más sutil. Un lugar inmensamente libre de categorías y etiquetas, donde todo es posible e infinito, imposible de entender por nuestra mente. Cuando nos desprendemos de los pensamientos repetitivos y los heredados patrones de percepción, descubrimos que hay una paz y una libertad infinitas disponibles en nuestro presente eterno. Esta consciencia pura y silenciosa, anterior a cualquier concepto, nos permite cuestionar nuestros condicionamientos mentales y acceder a nuevas formas de ser y percibir.
Cada uno de nosotros es en esencia un ser ilimitado con un potencial misterioso divino y latente. Las etiquetas, los conceptos y hasta nuestros nombres son solo convenciones útiles, no la única realidad. Al ir reconociendo la presencia infinita que todo lo abarca, el «personaje» de nuestro ego pierde su poder sobre nosotros.
En el fondo, no somos nuestras percepciones ni nuestros pensamientos, sino el puro campo unitario de consciencia en el cual todo surge y se desvanece.
Lo que nos hace verdaderamente libres es tomar consciencia de los engranajes misteriosos que mueven nuestra mente. Sólo al cuestionar nuestros patrones de pensamiento sin juzgarlos, podremos trascenderlos. Sólo al indagar en los cimientos mismos de nuestra forma de pensar, podremos expandir nuestra libertad de ser nosotros mismos.
Cada respuesta nos revela nuevos abismos por explorar. Y es este asombro ante los misterios de nuestra propia mente lo que nos hace estar verdaderamente vivos. Hay una hermosa frase de Sócrates que dice: «UNA VIDA SIN REFLEXIÓN NO MERECE SER VIVIDA».
Ariel Baldellon 🧙🏻♂️